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Las bicicletas de carrera eléctricas representan una opción a tener en cuenta para los ciclistas por su diseño específico, por su peso mínimo y porque existen modelos para cualquier disciplina en carretera (senderismo, cicloturismo, competición).
Las bicicletas de carrera eléctricas presentan un autonomía lo bastante grande para completar rutas entre 50 y 100 kilómetros, o incluso más, en función del desnivel del recorrido, la meteorología (viento, temperatura), el peso del ciclista y su forma física.
Los ciclistas que estén en peor forma podrán recurrir al motor eléctrico en la mayoría del recorrido, los que quieran completar distancias más largas o quieran llevar una segunda batería en una mochila. La batería va integrada en el tubo inferior de la bicicleta en la mayoría de modelos.
La batería alimenta un motor situado en la rueda trasera para conseguir una transmisión óptima de la potencia y un pedaleo fluido. El motor también se puede montar en el eje de pedalier, lo que se traduce en un centro de gravedad más bajo, un mejor reparto del peso y la posibilidad de montar las ruedas que quieras. Para facilitar el pedaleo, el motor se activa de forma automática cuando pedaleamos (a través de un sensor de cadencia situado en la vaina trasera) y si sobrepasamos los 25 km/h, el sistema se desconecta para alcanzar una mayor velocidad sin oponer ninguna resistencia al pedaleo.